Queridos amigos, estos días estoy disfrutando enormemente viendo jugar al fútbol a mis nietos. Raul, Alex y Clara de ocho, nueve y once años respectivamente. Y también recordando “viejos” tiempos donde seguía las andanzas de mi hijo Pau, semana tras semana, en pos de ver un futuro “crack” del balompié. O eso me creía yo. Quizás, como muchos padres, pretendía trasladar a mi hijo esas ilusiones-no exclusivas del ámbito futbolero- que se me quedaron , por el camino, en la infancia.
Creo, sinceramente, que algo hacemos bien los padres si inculcamos a los hijos las bondades del deporte, de una cierta disciplina, de la constancia y sacrificio que les servirán, y mucho, para crecer y bucear en las , a veces, oscuras aguas de la vida. Pero nuestro deber no queda solo ahí. Hemos de ayudarlos a hacer deporte, disfrutando y tomándose la competición como un juego donde a veces se gana y otras veces se pierde. Palabras estas muy “manidas” pero que hay que irlas recordando para no caer en el error de olvidarlas.
En el tema del deporte “llamado” Rey, el fútbol, hay algunas actuaciones nuestras que pudieran confundir a nuestros hijos, nuestros futbolistas en ciernes. Y es, ni más, ni menos, que una actitud beligerante durante los encuentros ,de su progenitores. Los padres, madres, abuelos hemos de ir por esos campos, a disfrutar. A aplaudir y animar. No a pelear. A sumar no a restar.
Por eso este fin de semana, con mi cámara Nikon al hombro, he podido disfrutar, aplaudir y plasmar para la posteridad escenas de fútbol, de competición, y, sobretodo, de alegría y comunión entre los pequeños jugadores y sus animosos seguidores. No lo olvidemos nunca. Apoyemos a nuestros hijos, nietos, sobrinos, a seguir practicando un deporte, no seamos un obstáculo para sus monitores y entrenadores, y transmitamos todas las virtudes que les ayudaran a todos ellos a seguir con una vida sana y feliz practicando su deporte favorito.