jueves, 20 de mayo de 2010

TRAS LOS PASOS DE GEORGES

Queridos amigos, seguidores pacientes, hoy publíco mi ùltimo trabajo en el "Taller de Escritura" . Espero que os guste.

La noche es cerrada, apenas se clarea la luna entre los muchos arboles que bordean la carretera. El coche que conduzco parece conocerse el camino pues mis ojos, algo mortecinos, dudan entreabiertos. He salido de casa. Bien no estoy seguro desde donde he emprendido el camino. Cierto que he subido al vehículo que estaba aparcado cerca de la estación y, no se si es mio, pero yo tenia las llaves. La verdad que, aunque lo intento, hurgando en mi cerebro, no consigo saber que pasa.

De repente una voz, bronca, que viene del costado del acompañante, murmurándome al oído, dice...

Georges, aminora la marcha, vas demasiado deprisa y apenas se ve la carretera¡

Como movido por un resorte, a regañadientes, suelto el pie del acelerador, miro de reojo a mi derecha y no veo a nadie. Creo que subí solo al coche, cuando salí del restaurante. Iba con la misma ropa que había entrado, vaqueros, camisa de franela a cuadros y un suéter de esos que llevan un cocodrilo en la pechera. Y unos mocasines negros. La cena no me acabó de complacer. Las habas estaban un poco duras, y el segundo plato, bacalao a la no se que, estaba muy salado. Lo único apetecible, el vino, un Merlot tinto del dos mil uno. Me acabé toda la botella.

El trazado del camino era ciertamente sinuoso. Podría haber optado por dar un poco mas de vuelta y escoger la autovía pero quería llegar pronto, más rápido. Y en el atajo escogido abundaban las curvas. En una de ellas casi me empotro contra el muro de piedra que sirven de protección en las carreteras secundarias. Ciertamente no había mucha claridad y los faros del coche parecían no alumbrar lo necesario. A lo lejos, por mi izquierda, se adivinaban las luces de la ciudad, que parecía cercana. Y otra vez esa voz, a mi derecha...

No escarmientas Georges, nos vamos a estrellar si continuas con esa velocidad. En el próximo pueblo para, esperaré que pase el próximo autobús de linea.

Seguía sin ver nadie a mi lado. Conecté la radio. La cabeza empezaba a dolerme. Y cada vez constaba mas mantener lo ojos abiertos. Busqué en la guantera unas pastillas. Eran blancas, me puse dos en la boca y bebí un trago de agua que me había llevado del restaurante al salir. Y seguí intentando circular por la carretera sin contratiempos. La noche cada vez mas oscura no ayudaba en nada. A pesar de que no iba despacio el cuenta kilómetros apenas marcaba los sesenta por hora. De repente, en un instante el coche trompicó hacia mi derecha y cayó dando unas cuantas vueltas.

Georges, Georges, que pasa, que haces?, nos caemos...¡¡

Creo que di unas cuantas volteretas. Una de mis piernas quedó atrapada entre la puerta del coche medio entreabierta. Seguía doliéndome la cabeza y era evidente que algo había pasado. El coche era pura chatarra. Alguien estiraba mi brazo sacándome de entre los amasijos de hierro. La luna iluminaba el montón de basura por donde andábamos. A mi lado una figura casi femenina, fina, larga con una especie de túnica blanca. Su cara parecía la de un ángel y seguía estirando de mi hacia arriba. Mis pies y mis manos me dolían al pisar los escombros.

Georges, sígueme , estamos cerca de la carretera, no te preocupes, todo ira bien¡¡


Yo seguía subiendo, como decía aquel ángel, hasta que de golpe, entré en un sueño plácido, profundo y no sentía dolor alguno mientras mi cuerpo se escapaba de todo control y se desplomaba.

De pronto comencé a reaccionar. Abrí los ojos y mire a mi alrededor. Estaba en una habitación repleta de gente. No reconocía a nadie. Mi boca estaba reseca y algo en ella me molestaba. No podía balbucear palabra aunque lo intentaba. Un tubo salia de mi garganta. En mi brazo izquierdo tenia puesta una vía en la que un gotero dejaba caer algún liquido acuoso. A mi nariz llegaba oxígeno a través de un par de tubitos de plástico. Me dolía también la cabeza. Alguien dijo...

Se esta despertando, Daniel se ha recuperado...¡¡

Volví la cabeza como pude hacia el lugar donde sonaba la voz y entonces vi al policía. Comencé a recordar, a ver algunas imágenes. Un tiroteo en pleno centro de París. Georges Bonnet y su compinche Blanc habían intentado robar en una joyería. Y yo había recibido un par de disparos en el estómago mientras intentaba detenerles. Creí que me moría. Entonces mi accidente en aquella carretera de curvas? El ángel......?. Miré hacia Dubois. Estaba conmigo, en el hospital. Dubois es mi compañero en la Sûreté .

No intentes hablar Daniel -dijo Dubois- nos has dado un buen susto. Hace rato que tenias alucinaciones. Lorraine, tu mujer, esta aquí. Quiere entrar a verte.

Por fin parecía que todo volvía a la normalidad. No estaba loco ni nada parecido. Había tenido alucinaciones. Mi inconsciente me había jugado una mala pasada. Me habían operado de urgencias tras el tiroteo. Mi vida no corría ya peligro. En unos días podría ir a casa con los míos. Mi compañero Dubois había sido el “ángel” al sacarme arrastrando del altercado y metiéndome rápidamente en una ambulancia.










2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Veo que las musas finalmente no te han olvidado! El relato me ha mantenido en vilo hasta el final.¡Felicidades y hasta el próximo!

Anónimo dijo...

Al final te has inspirado y , te
ha salido algo, ¿eh?
¡Me ha gustado! y mucho. Te superas por momentos, la mezcla de realidad y ficción es estupenda. La lectura se me ha hecho amena, nada pesada, está muy bien. Animo.
¡Hasta pronto!