lunes, 22 de febrero de 2010

EL HOMBRE QUE SE ATREVIO A PONER UNA LAVADORA

Aun recuerdo cuando la multinacional , donde estuve diecinueve años de mi vida trabajando, decidió comenzar una “reestructuracion”. Y a enviar a trabajadores , personas sobretodo, a la calle. Hombres y mujeres. Pero hoy, hablare de los hombres. Muchos de ellos, por su edad y la escasa probabilidad de encontrar otro trabajo, se encontraron , -de la noche a la mañana-, reconvertidos en “amos de casa” .

Ahora no entrare en el trauma, que para la mayoría, supone tal situación. Me refiero a la del despido. Con suerte, hablo en primera persona, el agravio, no duro demasiado. Con cincuenta y ocho años, no fue muy difícil acabar aceptando tal medida. Y, antes de continuar, debo, desde estas lineas, agradecer el esfuerzo diario, y, encomiable, de todas, sin excepción, las sufridas madres y “amas de casa”.

Pero sigamos hablando de esos hombres “reestructurados”, enviados a sus casas. Con la esposa, compañera o amiga, en plena etapa laboral. Esos hombres, siempre trabajando fuera de casa, ahora, entre cuatro paredes, con la honorable obligación de llevar, mas o menos, la casa. En principio, con buena voluntad, por ambas partes, la cosa funciona. Uno empieza a aprender a confeccionar la lista de la compra y a dirigirse al “Super”. Luego los “menús”. A cocinar o al menos intentarlo. A pasar, de vez en cuando, la escoba, bueno, hoy día, la aspiradora para quitar algo el polvo de la casa, etc...

Amigos, los ánimos de la esposa, compañera o amiga, al principio, son enormes, son como un elixir para seguir, día a día, y coger confianza en las nuevas tareas. Y, bueno, los que tienen hijos pequeños, pues hala, a encargarse de ellos, con gran orgullo, y venga....”pa” adelante. Aunque todo tienes sus peros. La cosa se complica y mucho cuando nos atrevemos, con gran entusiasmo, a poner la primera “lavadora”. La verdad es que nuestra compañera y amiga ya nos ha advertido: la ropa blanca no se mezcla con la de color. Hay que mirar en la prendas a que temperatura se debe lavar. Las prendas de lana, por separado. Etcétera, etcétera.

Y, sera cosa genética, o de otra clase, o, incluso, de brujas, que con esto de poner lavadoras, los hombres, supongo que la mayoría de los que se atreven con ello, los cables se nos “cruzan”....y no acabamos de cogerle el “tranquillo”. Y, ahí si que ellas no pasan una, y la “guerra” comienza. O sigue. Uf, otro día escribiré mas sobre el tema de tal “reconversion”. Sin que nadie se ofenda, por favor.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, Carra, felicidades por tu artículo de hoy. Me ha hecho reír.

La verdad es que el tema me resulta muy familiar...Todavía recuerdo con emoción su primera vez. Días más tarde, mi vecina me preguntaba qué me pasaba el otro día, que por qué gritaba y repetía TODO ROJO, TODO ROJO!!! Mi (honorable) esposo había decidido lavar unas abarcas (sandalias) ROJAS con el resto de la ropa...Ya os podéis imaginar.

La cosa ha mejorado desde ese día (aunque lo de separar colores, prelavar manchas, comprobar bolsillos, etc, todavía, digamos...no se domina) Debo agradecer el esfuerzo, y sé que no es bueno generalizar, pero en este caso creo que no me equivoco cuando os digo que es un tema hormonal...o genético! :-)

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.